Hace poco tiempo un amigo me preguntaba qué gato no es especial para mi. Yo lo miré y sonreí, y le dije es cierto, todos son especiales por algo. Pero unos se te meten más adentro que otros, estableces una conexión más directa, una comunicación que podríamos decir es perfecta.
Y así es mi Chispi, mi pequeña leucémica Chispi, muy pequeñita de tamaño, muy grande en sentimientos. Que me tiene enamor ada no es ningún secreto para los que me conocen, se ha apoderado de mi corazón y se ha convertido en mi prioridad diaria.
Chispi llegó a mi vida de casualidad. Me tiraron los tejos en la clínica donde estaba ingresada, yo me hice la loca momentánea porque tenía ya varios leucémicos. Y de pronto la veterinaria, Tania, un día me pregunta si me la voy a llevar. Joder, pensé, así tan directa… pues claro, me la traigo, tengo sitio. Cuando su primera mami la recogió de la calle estaba muy malita, si no recuerdo mal tuvo que ser operada de urgencia por una piometra. Al principio no estaba muy claro si saldría o no saldría, pero mi chica luchó y llegó a mi casa.
Nada más llegar a la zona de leucémicos les dejó bien claro a todos que ella era “la Chispi”, nacida en Vallecas, y que con ella las tonterías tenían que ser más bien poquitas. No buscaba bronca pero si podía de pronto dar un par de guantás las arreaba. Ay, a mi pobre Copito, que en paz descanse, le arreó alguna de esas, pero él que era más bueno que el pan la miraba con cara de flipado y se cambiaba de lugar.
Y un día empieza a desmejorar, y mi entrada en los 35 años empezaba mal, tenía que ir a ver a mi niña que estaba ingresada. El pronóstico malo, una anemia no regenerativa junto con una insuficiencia renal dejaban un panorama bastante desolador. Pero empezó a comer y volvió a su casa. Después contamos con la ayuda impagable de una de las mejores personas que he conocido en mi vida, mi amiga Elena. Ella con todo su amor venía todos los días para ponerla suero subcutáneo y otros medicamentos que había que pinchar a mi niña. Jamás sabré cómo agradecer tanta generosidad. Y un día la vi muy mal, creí que entraba en la fase final y la dije a Elena que era mejor no seguir incordiándola, se la veía muy cansada. Y así estuvimos varios días, en los que ir a ver a mis leucémicos era ir realmente asustada por si me la encontraba muerta o a mitad de camino.
Y cada día daba gracias por un día más. Hasta que llegó el viernes 30 de septiembre, ese día fue sencillamente mágico. Fui a darles la comida y a estar con ellos. Evidentemente con Chispi pasaba la mayor parte del tiempo. Se hacía tarde para las demás cosas que tenía que hacer y cuando fui a dejar a Chispi en una de las cunas ella se amarró a mi espalda, no había forma de bajarla, era imposible, luchaba por meterse dentro de mi cuerpo. Estaba bastante claro lo que me quería decir, quería seguir a mi lado. Así que la cogí y la metí a la parte de mi casa donde hacemos vida los humanos y mis gatos negativos.
La acomodé en la habitación de mi hija. De pronto mi niña había resucitado, no paraba de hacerme cariños, no dejaba ni un segundo de ronronear, de meterme su morrete en mi cara, de amasar mi pijama con sus “manitas”, de abrazarme, de enroscarse en mi cuello… no paraba, en definitiva, de quererme. Es uno de los momentos más bellos que he vivido con un gato y duró todo lo larga que es una noche. Ella ya no quería estar en la zona de los leucémicos, ella quería estar conmigo. Yo pensé que de ese fin de semana no pasaba. Sin embargo, aún no me explico cómo, aquí sigue disfrutando de mi y yo disfrutando de su vida.
Su vida se nos escapa, y vivo pendiente de disfrutar todos los momentos que puedo con ella. Y me siento nuevamente afortunada por estar compartiendo mi vida con ella, porque me da tanto a cambio de tan poco. Mi niña es leucémica y se está muriendo, y a pesar de ello disfruta de la vida y aún la vive con calidad, ha descubierto que cuando comemos los humanos si huele rico hay que saltar sobre la mesa intentando pillar algo, ha descubierto que en la cocina siempre hay algo bueno que probar, ha descubierto que la televisión es un ser extraño que a veces te deja flipada, ha descubierto que hay más humanos más bajitos que yo que también son buenos con ella… Y yo en honor a todo el amor que me regala, en honor a su derecho a la vida, en honor al derecho a la vida de cualquier animal digo rotundamente que es mentira eso que nos dicen de que hay que matarlos en nombre de otros que no están enfermos, es mentira eso que nos cuentan de que no se puede luchar por ellos, es indignante que nos pretendan hacer creer que la vida por ejemplo de Chispi merece menos la pena que la vida de cualquier otro gato.
Cada día me siento más orgullosa de gritar en voz alta NO A LA MATANZA DE GATOS POSITIVOS y menos aún desde la protección animal, seamos coherentes por dios.
Y así es mi Chispi, mi pequeña leucémica Chispi, muy pequeñita de tamaño, muy grande en sentimientos. Que me tiene enamor ada no es ningún secreto para los que me conocen, se ha apoderado de mi corazón y se ha convertido en mi prioridad diaria.
Chispi llegó a mi vida de casualidad. Me tiraron los tejos en la clínica donde estaba ingresada, yo me hice la loca momentánea porque tenía ya varios leucémicos. Y de pronto la veterinaria, Tania, un día me pregunta si me la voy a llevar. Joder, pensé, así tan directa… pues claro, me la traigo, tengo sitio. Cuando su primera mami la recogió de la calle estaba muy malita, si no recuerdo mal tuvo que ser operada de urgencia por una piometra. Al principio no estaba muy claro si saldría o no saldría, pero mi chica luchó y llegó a mi casa.
Nada más llegar a la zona de leucémicos les dejó bien claro a todos que ella era “la Chispi”, nacida en Vallecas, y que con ella las tonterías tenían que ser más bien poquitas. No buscaba bronca pero si podía de pronto dar un par de guantás las arreaba. Ay, a mi pobre Copito, que en paz descanse, le arreó alguna de esas, pero él que era más bueno que el pan la miraba con cara de flipado y se cambiaba de lugar.
Y un día empieza a desmejorar, y mi entrada en los 35 años empezaba mal, tenía que ir a ver a mi niña que estaba ingresada. El pronóstico malo, una anemia no regenerativa junto con una insuficiencia renal dejaban un panorama bastante desolador. Pero empezó a comer y volvió a su casa. Después contamos con la ayuda impagable de una de las mejores personas que he conocido en mi vida, mi amiga Elena. Ella con todo su amor venía todos los días para ponerla suero subcutáneo y otros medicamentos que había que pinchar a mi niña. Jamás sabré cómo agradecer tanta generosidad. Y un día la vi muy mal, creí que entraba en la fase final y la dije a Elena que era mejor no seguir incordiándola, se la veía muy cansada. Y así estuvimos varios días, en los que ir a ver a mis leucémicos era ir realmente asustada por si me la encontraba muerta o a mitad de camino.
Y cada día daba gracias por un día más. Hasta que llegó el viernes 30 de septiembre, ese día fue sencillamente mágico. Fui a darles la comida y a estar con ellos. Evidentemente con Chispi pasaba la mayor parte del tiempo. Se hacía tarde para las demás cosas que tenía que hacer y cuando fui a dejar a Chispi en una de las cunas ella se amarró a mi espalda, no había forma de bajarla, era imposible, luchaba por meterse dentro de mi cuerpo. Estaba bastante claro lo que me quería decir, quería seguir a mi lado. Así que la cogí y la metí a la parte de mi casa donde hacemos vida los humanos y mis gatos negativos.
La acomodé en la habitación de mi hija. De pronto mi niña había resucitado, no paraba de hacerme cariños, no dejaba ni un segundo de ronronear, de meterme su morrete en mi cara, de amasar mi pijama con sus “manitas”, de abrazarme, de enroscarse en mi cuello… no paraba, en definitiva, de quererme. Es uno de los momentos más bellos que he vivido con un gato y duró todo lo larga que es una noche. Ella ya no quería estar en la zona de los leucémicos, ella quería estar conmigo. Yo pensé que de ese fin de semana no pasaba. Sin embargo, aún no me explico cómo, aquí sigue disfrutando de mi y yo disfrutando de su vida.
Su vida se nos escapa, y vivo pendiente de disfrutar todos los momentos que puedo con ella. Y me siento nuevamente afortunada por estar compartiendo mi vida con ella, porque me da tanto a cambio de tan poco. Mi niña es leucémica y se está muriendo, y a pesar de ello disfruta de la vida y aún la vive con calidad, ha descubierto que cuando comemos los humanos si huele rico hay que saltar sobre la mesa intentando pillar algo, ha descubierto que en la cocina siempre hay algo bueno que probar, ha descubierto que la televisión es un ser extraño que a veces te deja flipada, ha descubierto que hay más humanos más bajitos que yo que también son buenos con ella… Y yo en honor a todo el amor que me regala, en honor a su derecho a la vida, en honor al derecho a la vida de cualquier animal digo rotundamente que es mentira eso que nos dicen de que hay que matarlos en nombre de otros que no están enfermos, es mentira eso que nos cuentan de que no se puede luchar por ellos, es indignante que nos pretendan hacer creer que la vida por ejemplo de Chispi merece menos la pena que la vida de cualquier otro gato.
Cada día me siento más orgullosa de gritar en voz alta NO A LA MATANZA DE GATOS POSITIVOS y menos aún desde la protección animal, seamos coherentes por dios.
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